Vienes y traes tras tu sombra los pasos de de ciertas supersticiones que no me agradan.
Lo sabemos desde que las escrituras dejaron de ser pensamientos y las cartas cayeron sobre la mesa del living dejando mi verdad sobre tu abrazo.
Qué le puedo hacer, te quiero ver venir
esquivando la lluvia dorada de este y todos los otoños,
pateando adoquines de sales que me joden la vida
y aguas que no quiero sufrir más,
sino es por vernos crecer.
¡Dios! Sabes que vienes y engrandeces todo,
todo cuanto pueda existir o inventemos:
contigo el aura lunar se espesa,
los soles del espacio de acercan a mi centro,
el universo es bautizado y … me haces latir.
Aunque no sé si es un latido justo
o un temblor que viene de tus labios
despacio temblando en mis oídos cuando juegas a decir las palabras que realmente quiero que digas cuando nada tiene sentido si tu moreno nombre no me renace en cada milímetro de tiempo,
llegando a evocar cada fantasía soñada que se vuelve espera y camino
y derramar todo cuanto brindo recordando lo que soñé contigo.
Vienes siempre cuando quiero sentirme vivo
desde el rincón benévolo del oeste usando tu sigilo y el silencio
y así, como quien no quiere la cosa, desbaratas con dos palabras un esquema firme,
o no tan firme.
Bueno, lo sabes, no es firme cuando cabe la posibilidad de que llegues en algún momento para ser tierra de mi mundo fantástico.
Te quiero caminar, recorrer, descubrir y volver a reposar sobre el abismo de tus manos blancas.
Acaríciame el rostro cuando mire tus ojos y no diga nada de todo esto que sabes.
Bésame y no vuelvas a preguntarme lo que ya te he dicho.
Es que me incomodo solo,
es que no sabes que más allá de todo
quiero que seas realmente mi mujer.
Lo sabemos desde que las escrituras dejaron de ser pensamientos y las cartas cayeron sobre la mesa del living dejando mi verdad sobre tu abrazo.
Qué le puedo hacer, te quiero ver venir
esquivando la lluvia dorada de este y todos los otoños,
pateando adoquines de sales que me joden la vida
y aguas que no quiero sufrir más,
sino es por vernos crecer.
¡Dios! Sabes que vienes y engrandeces todo,
todo cuanto pueda existir o inventemos:
contigo el aura lunar se espesa,
los soles del espacio de acercan a mi centro,
el universo es bautizado y … me haces latir.
Aunque no sé si es un latido justo
o un temblor que viene de tus labios
despacio temblando en mis oídos cuando juegas a decir las palabras que realmente quiero que digas cuando nada tiene sentido si tu moreno nombre no me renace en cada milímetro de tiempo,
llegando a evocar cada fantasía soñada que se vuelve espera y camino
y derramar todo cuanto brindo recordando lo que soñé contigo.
Vienes siempre cuando quiero sentirme vivo
desde el rincón benévolo del oeste usando tu sigilo y el silencio
y así, como quien no quiere la cosa, desbaratas con dos palabras un esquema firme,
o no tan firme.
Bueno, lo sabes, no es firme cuando cabe la posibilidad de que llegues en algún momento para ser tierra de mi mundo fantástico.
Te quiero caminar, recorrer, descubrir y volver a reposar sobre el abismo de tus manos blancas.
Acaríciame el rostro cuando mire tus ojos y no diga nada de todo esto que sabes.
Bésame y no vuelvas a preguntarme lo que ya te he dicho.
Es que me incomodo solo,
es que no sabes que más allá de todo
quiero que seas realmente mi mujer.